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miércoles, 25 de enero de 2017

Paradero alternativo

Perú , en medio de las sierras...

    Después de unos días en Ayacucho decidimos ir a Huancayo por una ruta alternativa que los locales no suelen tomar. Lo que nos esperaba a mitad de camino era Huancavelica, hermosa ciudad colonial con una fuerte historia arraigada a la minería de mercurio (esencial para la extracción del oro).
 
Luego de ir al santuario-mirador de la batalla de Ayacucho y desviarnos unos 25km, volvimos al cruce, hicimos dedo por un rato, y una combi escolar nos llevó hasta el pueblo de Compañía, luego una camioneta familiar hasta Santiago de Pischa, donde hicimos amistad con Segundina.
  Entablamos conversación con esta señora de crecida edad (que parecía de más), con su típica ropa andina, su pollera de colores y su sombrero característico, en ese momento nos dimos cuenta que su lengua natal era el quechua y que poco dominaba el español.
Nos convidó una Huaba (nunca habíamos visto algo así) y conversando surgió la esperada propuesta... aceptamos con gusto ir a su casa, (que según ella era cerca)
Esperamos a que traigan su burro y emprendimos el viaje.



 No era para nada cerca, luego de subir un cerro por  completo, caminar durante unas dos horas y  media a su casa, llegamos por la noche, muertos!! ( a todo esto nos acompañaba su nieta de unos 8 años que parecia tener el estado fisico de un maratonista )
   Su casa: ubicada en la cima del cerro del frente a Santiago de Pischa. Pequeña chacra con animales (mayormente cabras). Una vista espléndida desde las alturas, desde donde se podía apreciar el monumento en el cual habiamos estado ese mismo día (cosa que comprobariamos el dia siguiente).
   En ese trayecto a su casa no conversabamos mucho, solo pensabamos en llegar. Las mochilas ya eran demasiado para el pobre burro y nuestras piernas tampoco querian mas... Igualmente si nos divertimos un poco a pesar del cansancio, Segundina solía pegar unos gritos bien agudos en forma de risa, hasta en uno momento saludo a un quirquincho sacando su sombrero y riendo alegremente, (decía que eso era señal de buena suerte) nosotros sonreíamos.
  Segundina nos contó que venía de Ayacucho de trabajar y que su oficio era el de curandera... las miradas con flor se cruzaron e incógnitamente, no quisimos preguntar mucho más.

   Llegamos a su casita!! En esos momentos, ya de noche, era toda una alegría saber que estabamos arribando la tan esperada casa de Segundina. De la misma forma en que solía reir tan agudo llamaba a su hijo, Alfredo!! En lo lejos se apareció una luz de linterna que se aproximaba, cuando estuvo cerca nos cegó, en medio de la oscuridad total no podiamos verle la cara a esa silueta escondida, al fin, Segundina nos presentó a su hijo, un hombre de unos 35 años, discapacitado,, con una mano inútil y dificultades para caminar, al pobre se le notaba en su rostro las horas incansables de trabajo, al igual que a su madre, sus rostros denotaban los rayos del sol absorvidos durante años.
  El buen recibimiento nos hizó sentir comodos y proseguimos a la casa, estabamos muertos y ansiábamos comer algo antes de dormir.





  Ni bien llegamos usé un poco de la mucha leña que había para prender un fuego (no había luz) y enseguida Segundina puso manos a la obra, se notaba su agilidad, sus años de madre nos deleitaban al costado de la fogata junto a la pequeña nieta y su tío. Que ricas truchas, señores!! las mejores que comí hasta hoy, comimos hasta reventar, unas tres truchas para mi fueron suficientes (junto a su acompañamiento, vale decir), creo que podría vivir de ese delicioso pescado.
Pobre Flor, le ardía la cara por haber ayudado a Segundina con el Ají. Ni bien terminamos de comer nos fuimos a dormir...
   Una pequeña habitación de adobe, sin puerta nos dió de resguardo esa noche, su hijo dijo de haber dormido cerca de las cabras con unas frazadas, y nosotros, sobre unos cueros de ovejas en nuestras bolsas de dormir.
  Al otro día, comimos abundante un desayuno, compartimos bastante rato, monté por primera vez un burro en mi vida, conocimos a su hija que vivía en la selva y decidimos marcharnos... Segundina no nos quería dejar ir, además pensaba en matar una cabrito como festín de nuestra visita, aunque sabíamos que ese es un grato recibimiento no queríamos semejante cosa... le pedimos mil disculpas y le agradecimos el doble... pero ya era hora de seguir nuestro camino, esa noche habia sido una mas, distinta como todas, pero sobresalia por su extrañeza, si bien ya habiamos dormido en chacras y conocido señoras guerreras como esta, nunca habiamos tenido la oportunidad de dormir arriba de un cerro, algo increible.





  Nos fuimos... ahí si que nos dimos cuenta cuan alto estabamos, increible vista y paisajes asomaban allá muy lejos, por lo bajo...

  Creo que nunca hubiese imaginado que alguien podía tener su chacrita en la cima de un cerro (aunque dijo que su casa era en un pueblo que se avistaba allá lejos por algún otro cerro) tan forzoso trabajo, un hijo discapacitado, y asi y todo, un noble y generoso corazón. Ganas de reír y ánimo para vivir, una guerrera de la vida que enseña con el ejemplo...

 La vida tiene altibajos, como el viaje, a veces hay que pasar momentos duros, raros, extraños, confusos, oscuros, para después poder ver amainar a esas situaciones y recibir con toda entereza los buenos ratos. Sé que la suerte de algunos es menos que la de otros... y que a veces la vida parece venir con un karma como etiqueta, pero recordemos que todos tenemos problemas, y que nuestro futuro lo deparamos nosotros, somos dueños de nuestra propia fortuna, solo hay que proponerse lo.
  Mi estrategia es manterse firme en los malos ratos, con con la frente en alto, esperando tranquilamente que el sol vuelva a asomar.



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